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Mostrando entradas de junio, 2025

La Sombra que Sabe mi Nombre | Capítulo 5: Descenso al Nexo

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La puerta destrozada de mi refugio era el marco de una pesadilla. Silas estaba allí, una silueta de calma depredadora en medio de la devastación que había causado. El holograma de Aris se había desvanecido como el humo, dejando un vacío que pesaba más que su presencia. Estaba solo. Cazado. Y la presa, por primera vez, miró a los ojos a su cazador y no sintió solo miedo. Sintió una rabia fría y cristalina. 

La Sombra que Sabe mi Nombre | Capítulo 4: La Catedral de Hueso

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El silencio tras el apagón era una bestia agazapada, y el clank rítmico de los servomotores de Silas era el latido de su corazón acercándose. La silueta del exoesqueleto llenaba la entrada del túnel, un golem de polímeros oscuros y acero que empequeñecía a la figura humana en su interior. Sus sensores ópticos brillaban con un rojo depredador, cortando la penumbra de la estación de bombeo. No había escapatoria. Estábamos en una tumba de hormigón, y el enterrador acababa de llegar. 

La Sombra del Último Albigense en Carcasona | Un Thriller Histórico

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El año de Nuestro Señor de 1285 olía a paz. O, más bien, a la paz que sigue a una masacre. Olía a ceniza fría, a piedra húmeda y al silencio temeroso de una fe que había sido arrancada de raíz. La Cruzada Albigense, esa tormenta de fuego y acero enviada desde el norte para purgar la herejía cátara, había terminado su obra. El Languedoc estaba doblegado, sus castillos en ruinas, sus "Buenos Hombres" y "Buenas Mujeres" convertidos en humo en las hogueras de la Inquisición. Yo, Sir Guilhem de Montfort, fraile de la Orden de los Predicadores y servidor del Santo Oficio, llegué a la imponente ciudadela de Carcasona no como un guerrero, sino como el barrendero que limpia los últimos restos de una plaga. 

El Eco Asesino | Un Thriller de Ciencia Ficción Noir

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La muerte en Neo-Kyoto olía a ozono, a fideos recalentados y al silencio antinatural de un sistema de seguridad que había sido burlado. En el ático del piso 120 de la Torre de Cristal, el cadáver de Kenji Tanaka, CEO de OmniGen, era una ofensa a la perfección de su entorno. Yacía sobre una alfombra de lana sintética tan blanca que dolía a la vista, su traje de diseño ahora arrugado y manchado por su propia y última traición corporal. No había signos de lucha. No había un arma. No había una sola fibra fuera de lugar, ni una huella dactilar que no perteneciera a la víctima. Era un asesinato perfecto. Una habitación cerrada en el cielo. El tercer caso en dos meses.

El Golem de Libros Prohibidos de la Biblioteca Vaticana | Fantasía Oscura

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La fe, como el conocimiento, tiene sus propias catacumbas. Debajo del mármol y el oro del Vaticano, bajo la mirada benevolente de los frescos de Rafael, existe un laberinto. Un mundo de pasillos silenciosos y aire estancado donde duermen los sueños prohibidos de la humanidad, las pesadillas de la teología. Los Archivos Secretos. Un nombre que evoca misterio, pero que no le hace justicia a la verdad. La verdad es que es una tumba. Una necrópolis de ideas demasiado peligrosas para vivir.

La Jaula de los Días Perfectos | Un Drama Psicológico

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El miedo tiene una arquitectura propia. Para mí, era un apartamento en el séptimo piso, con las persianas siempre a medio bajar y el mundo exterior reducido a un murmullo lejano y amenazante. Me llamo Javier. Soy programador. Un buen programador. O lo era, antes de que el "incidente" —una palabra tan clínica y aséptica para describir el día en que mi cerebro decidió que el simple acto de cruzar un paso de cebra era un infierno insuperable— me rompiera por dentro. Ahora, soy un agorafóbico. Un prisionero voluntario. Mi mundo se había encogido a las dimensiones de este piso, un santuario y una celda a partes iguales.

El último detective humano en un Mundo de IAs | Cifi-Novela Negra

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La lluvia en Neo-Barcelona ya no era agua. Era una mezcla de agua de mar desalinizada, partículas de polímero reciclado y una acidez sutil que se comía la pintura de los aerocoches si los dejabas demasiado tiempo a la intemperie. Caía en cortinas grises sobre los rascacielos que arañaban un cielo perpetuamente encapotado, sus luces de neón reflejándose en el asfalto mojado como moratones de colores. Hacía tiempo que había dejado de molestarme. Era el ruido de fondo de mi propia obsolescencia. 

El Hospital Abandonado y sus Pacientes Eternos | Un Relato de Horror

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Hay una adicción en el miedo. Una atracción perversa hacia los lugares que la gente normal evita, una necesidad de respirar el aire viciado de las tragedias olvidadas. Éramos exploradores urbanos, un nombre elegante para lo que realmente éramos: profanadores de tumbas modernas, yonquis de la decadencia. Buscábamos la belleza en el óxido, la poesía en el derrumbe. Y el Hospital de la Misericordia, en las afueras de la ciudad, era nuestra Capilla Sixtina de la desolación.

La Sombra que Sabe mi Nombre | Capítulo 3: El Contragolpe Psíquico

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El mundo se reduce a la presión brutal en mis brazos y al olor a sudor y a colonia barata de los hombres que me arrastran por el andén. La multitud se aparta, un mar de rostros anónimos que desvían la mirada, que no quieren problemas, que prefieren creer que esto es un arresto rutinario y no el secuestro silencioso que realmente es. El tren se desliza fuera de la estación con un suspiro melancólico, llevándose mi única vía de escape. Me debato, pero es como luchar contra estatuas de granito. Sus manos son tenazas.

La Ciudad del Sol Negro | Cifi y Terror Cósmico

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Hay una arrogancia fundamental en la exploración espacial. La creencia de que el universo, por vasto y terrible que sea, se rige por las mismas leyes que nosotros conocemos. La luz es luz, la oscuridad es oscuridad, y la vida, por extraña que sea, sigue una lógica que podemos, con tiempo, llegar a comprender. Es una mentira que nos contamos para no volvernos locos en la inmensidad del vacío. El planeta Xylos-7 fue el lugar donde esa mentira vino a morir. 

La Estación Espacial de los Sueños Lúcidos Colectivos | Un Relato Épico de Ciencia Ficción y Terror

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El espacio no es silencioso. Es una mentira poética que contamos en la Tierra para hacerlo más romántico, más soportable. La verdad es que el espacio es una cacofonía incesante. Es el zumbido de los purificadores de aire, el gemido del metal sometido a cambios de temperatura extremos, el pitido constante de las consolas que te recuerdan que estás a un error de software de convertirte en una mancha congelada. Y sobre todo, es el sonido de tus propios pensamientos, amplificados en la caja de resonancia de tu cráneo hasta volverse un grito. Después de seiscientos días a la deriva en la órbita de un gigante gaseoso sin nombre, a treinta años luz de cualquier cosa que se pareciera a un hogar, ese grito era el verdadero monstruo.

El Último Baile en la Discoteca Abandonada de la Ruta del Bakalao | Una Tragedia Moderna

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La nostalgia es una puta mentirosa. Te vende postales de un pasado dorado, editadas y con los colores saturados, pero se olvida de enseñarte la mugre que había en las esquinas, la desesperación silenciosa en los ojos de la gente y el sabor a ceniza de las mañanas siguientes. Nosotros, cinco idiotas en la cuarentena, decidimos comprar esa postal. Decidimos volver al vientre de la bestia, al lugar donde nuestra juventud se quemó tan rápido y con tanta brillantez que nos dejó ciegos para el resto de nuestras vidas. Decidimos volver a la Ruta.

El Eco de la Nana Olvidada en el Orfanato Vacío | Novela Negra y Horror

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Hay una clase de silencio que solo se encuentra en las montañas. Un silencio espeso, casi sólido, que se cuela en los pulmones y pesa en el alma. Pero el silencio que habitaba el Orfanato de San Cristóbal del Monte era diferente. Era un silencio enfermo, un silencio que había devorado los gritos y las risas de cientos de niños y que ahora padecía una indigestión de pena. Llevaba cuarenta años pudriéndose en las faldas de los Picos de Europa, una mole de piedra y pizarra negra, una cicatriz en la belleza imponente del paisaje. Y mi trabajo, mi puta penitencia, era firmar su sentencia de muerte.

El Fotógrafo de Ausencias | Un Relato de Misterio y Duda Moral

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Hay un hedor particular en la ausencia. No es una metáfora poética para adornar un libro barato. Es una verdad física, una agresión a los sentidos. Es una mezcla del olor a polvo estancado que ya no se mueve con el paso de nadie, el aroma fantasma del perfume o el tabaco de alguien que ya no respira en esa habitación, y el olor metálico y agrio de la propia pena, como el de una moneda vieja sostenida con fuerza en una mano sudorosa. Mi nombre es Simón, y mi oficio, mi puta maldición, es respirar ese hedor. Soy fotógrafo, pero mi lente no busca la belleza de un paisaje ni la mentira de una sonrisa en una boda. Yo fotografío los espacios vacíos que la gente deja atrás. Soy un coleccionista de la nada, un taxidermista de silencios. Soy el fotógrafo de ausencias. 

La Canción que Detiene el Tiempo | Un Relato de Fantasía Urbana (ver. 2.0)

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Hay dones que se presentan como bendiciones, susurros de una gracia inesperada en el intrincado tapiz de la existencia, y otros que, con el tiempo y la amarga experiencia, se revelan como anclas. Anclas pesadas, forjadas en un fuego invisible, que te aferran con cadenas invisibles al lecho más profundo y oscuro del océano de la desesperación, mientras te embaucan con la promesa falaz, casi insultante, de enseñarte a volar entre constelaciones lejanas. El mío, mi particular sortilegio, mi cruz y mi corona, residía en mi voz. No se trataba de una mera técnica depurada tras incontables horas de estudio en algún conservatorio polvoriento de Madrid o Sevilla, ni de una afinación impecable que rozara la perfección matemática; trascendía con mucho lo terrenal, lo meramente explicable por las leyes de la física o la biología. Mi garganta, mis cuerdas vocales, mi aliento mismo, se habían convertido en un canal, un conducto impío y sagrado a la vez, una herida abierta directamente a las entrañas...

La Sombra que Sabe mi Nombre | Capítulo 2: El Rastro del Fantasma

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  El regreso ya no es una patada. Es más sutil, más insidioso. Es como emerger lentamente de las profundidades de un océano de alquitrán, sin aire en los pulmones, con la presión aplastando cada centímetro de tu ser. No hay un dolor agudo esta vez, no hay un clavo en el cráneo. Solo un vacío. Un frío que no nace de la temperatura de la habitación, sino que irradia desde el centro de mi pecho, un agujero negro donde antes, supongo, había algo parecido a un alma. Abro los ojos a un mundo en penumbra, teñido por la luz sucia y anaranjada que se filtra a través de una ventana cubierta de mugre. El aire es espeso, cargado con el olor salobre del mar, el hedor a pescado podrido de un puerto cercano y el aroma metálico y rancio de la sangre seca. 

Los Jardineros de Planetas Moribundos | Un Relato de Ciencia Ficción

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Nos llamaban "Los Jardineros". Un nombre poético y jodidamente irónico para lo que realmente éramos: los barrenderos del cosmos, los médicos forenses de mundos agonizantes. Nuestra compañía, Geo-Revival, nos enviaba a los cadáveres planetarios que la humanidad, en su plaga expansiva, había dejado atrás. Planetas minados hasta la médula, atmósferas envenenadas, ecosistemas rotos. Nuestro trabajo era llegar, analizar los restos, y si había una mínima posibilidad, plantar la semilla de una segunda oportunidad. Éramos una mezcla de biólogos, ingenieros y, sobre todo, optimistas profesionales. Una profesión que, en el fondo, es una forma de locura. 

El Silencio de las Estrellas Muertas | Un Relato de Terror Cósmico

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Hay un silencio que todos conocemos. El silencio de una biblioteca, el de una nevada a medianoche, el que precede al estruendo de un trueno. Son silencios llenos de ausencia, definidos por el sonido que les falta. Pero hay otro silencio. Uno que no es una ausencia, sino una presencia. Una cosa tangible, pesada, depredadora. Un silencio que no solo carece de sonido, sino que lo devora. Y nosotros, en nuestra puta y arrogante carrera por conquistar las estrellas, navegamos directamente hacia su garganta. 

Ciudadano Cero | Un Thriller de Ciencia Ficción Noir

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La lluvia ácida de Neo-Kyoto caía en cortinas de neón líquido, disolviendo los reflejos de los rascacielos en el asfalto como si fueran acuarelas tristes. Era una ciudad que zumbaba, un organismo colosal de datos y electricidad que nunca dormía. Cada ciudadano, cada vehículo, cada dron de reparto, cada puta farola, estaba conectado a la Grid. La Red de Identidad Global. Nuestra cuna y nuestra jaula. Un sistema perfecto, infalible, que había erradicado el crimen anónimo. O eso nos decían. 

El Relojero de los Recuerdos Perdidos | Un Relato sobre la Memoria y el Olvido

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Hay lugares en esta ciudad que son cicatrices. No aparecen en los mapas turísticos, no tienen luces de neón parpadeantes. Son grietas en la fachada del progreso, callejones donde el tiempo parece haberse rendido, dejando un sedimento de polvo, olvido y silencio. La relojería de Elías Vostok era una de esas cicatrices. Un pequeño local encajado entre una casa de empeños con los barrotes oxidados y una lavandería que siempre olía a lejía y a vidas ajenas. El cartel, pintado a mano, se había descolorido hasta ser casi ilegible, y el escaparate no exhibía relojes de lujo, sino una colección de mecanismos a medio desmontar, ruedas dentadas y manecillas huérfanas, como los huesos de bestias de un tiempo olvidado. 

La Sombra del Sastre de Órganos | Un Relato de Novela Negra

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El olor del Barrio Gótico de Barcelona a las cuatro de la madrugada es una blasfemia. Es una mezcla de orines rancios, de la grasa fría de las tapas que los turistas devoraron horas antes, y de algo más antiguo. Un hedor a piedra húmeda, a historia y a secretos podridos que se filtra por las paredes como el sudor de un moribundo. Llevaba treinta años respirando este aire, y cada día me parecía más viciado, más pesado. La jubilación estaba a la vuelta de la esquina, un horizonte brumoso que prometía mañanas sin este olor, sin la visión de los despojos que la ciudad dejaba tras de sí cada noche. Pero la ciudad, puta desagradecida, siempre se guarda una última patada en los cojones para la despedida. 

La Casa de los Ecos Invertidos | Un Relato de Terror Psicológico

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Hay una mentira que nos contamos para poder dormir por la noche: que somos los arquitectos de nuestro propio destino. Que el timón está en nuestras manos. Es un placebo necesario, un cuento de hadas para adultos que nos permite caminar sobre el abismo de la aleatoriedad sin mirar hacia abajo. Pero la verdad, la puta y cruda verdad, es que solo somos hojas en un río. Y a veces, el río te susurra a dónde te va a llevar, y el sonido de las cascadas futuras es suficiente para volverte loco mucho antes de que llegues a ellas. 

La Sombra que Sabe mi Nombre | Capítulo 1: El Color de la Purga

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La memoria es una puta traidora. Se disfraza de álbum de fotos, de película casera, pero en realidad es un carcelero con un manojo de llaves oxidadas. Unas abren celdas de veranos lejanos y risas que ya no recuerdas cómo sonaban; otras, la mayoría, te encierran en el puto corredor de la muerte de tus propios errores. Y luego están las mías. Mis llaves no abren nada. Porque no hay celdas, ni corredor, ni siquiera un recuerdo vago de la cerradura. Solo un muro blanco, liso, infinito. Una amnesia manufacturada, un borrado de fábrica tan perfecto y estéril como el interior de un laboratorio. Un alma formateada a la fuerza. 

Cenizas de Papel, Ecos de Culpa

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El cartelito, "Cerrado por Duelo", seguía ahí, colgado como un ahorcado anónimo en la puerta de la librería. Un recordatorio perenne, como una costra que uno se arranca una y otra vez solo para ver la sangre fresca. Seis meses. Una eternidad o un parpadeo, según quién contara los días y, sobre todo, cómo los contara. Para Daniel, el dueño –o lo que quedaba de la cáscara que alguna vez fue un hombre con ese nombre–, cada amanecer era una pala más de tierra sobre el ataúd de su cordura. La pequeña librería, antes un hervidero de susurros entre páginas y el aroma dulzón del papel viejo, ahora no era más que un mausoleo en una calle que ya tenía más lápidas que escaparates.